viernes, 5 de diciembre de 2014

Ten compasión de nuestras cegueras y las de nuestro mundo

Ten compasión de nuestras cegueras y las de nuestro mundo


‘Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros’
queremos comenzar pidiéndote en esta tarde;
pero queremos decir más,
ya no te llamamos solamente el hijo de David,
sino que te reconocemos como el Hijo de Dios,
como nuestro Señor y Salvador;
pero sí, con humildad te pedimos
‘ten compasión de nosotros’.

Venimos a ti, Señor,
como aquellos ciegos de Cafarnaún
con nuestras cegueras y nuestras miserias,
con la pobreza de nuestra vida
y con los sufrimientos de nuestras limitaciones
y también te decimos
‘ten compasión de nosotros, Señor’;
cuando llegamos a tu presencia
casi de forma espontánea siempre pensamos
en esas necesidades que podamos tener;
carencias de nuestra vida,
limitaciones que crean discapacidades en nosotros,
dolores y enfermedades que nos hacen sufrir,
problemas que quizá sabemos que hay en nuestras familias,
y otros tantos problemas de todo tipo
que sabemos que hay en nuestro mundo
que quizá hagan sufrir a muchas personas
en sus necesidades y carencias básicas
o en lo que sufren a causa de la injusticia
con que vivimos tantas veces los humanos
con nuestra inhumanidad e insolidaridad.

Queremos poner ante ti, Señor,
también el sufrimiento de nuestros hermanos
que caminan a nuestro lado
en nuestro mundo muchas veces tan injusto e insolidario;
cuando venimos a ti en nuestra oración
no solo queremos pensar en nosotros
sino que extendemos nuestras mirada
a ese mundo que nos rodea
y en el que hay tantos sufrimientos; 
vuelve tu mirada sobre nosotros
y sobre nuestro mundo
para que nos llenes de tu luz y de tu vida;
nos preocupamos de tantas carencias materiales
que impiden una vida digna a tantos a nuestro lado
o de la falta de paz en medio de tantas violencias
que aparecen por doquier;
grande sería la lista de esas necesidades
que hacen sufrir a tantos hermanos nuestros;
a todos queremos poner en tu presencia
con nuestra oración.

Pero hay también otras cegueras
que necesitamos que nos cures;
a veces perdemos la ilusión y la esperanza,
nos llenamos de pesimismo
y todo nos parece negro;
tantas veces vivimos tan apegados
a lo material y a lo terreno
que parece que andamos siempre con luces cortas
para ver solo lo inmediato o lo mas cercano;
enséñanos, Señor,
a encender las luces largas en nuestra vida
que nos hagan mirar más allá,
que nos hagan darle un sentido más espiritual
y más trascendente a nuestra vida,
que se  nos despierte la fe y la esperanza,
que nos sintamos en verdad
iluminados por ti y por tu evangelio
para darle un sentido profundo a nuestra vida;
que no nos dejemos envolver
por la increencia y la indiferencia de tantos
que viven sin sentido de Dios
porque no te conocen
o quizá no quieren conocerte;
que no se nos enfrié la fe,
que no se nos apague la esperanza,
que se  nos encienda el fuego de tu amor
en nuestro corazón,
que nos dejemos iluminar por la fe
que tenemos en ti y en tu evangelio
y desde ahí nos sintamos comprometidos
para llevar esa luz del evangelio a los demás
y todos puedan encontrarse contigo y con tu luz.

El profeta había anunciado los tiempos nuevos
en que sin tinieblas ni oscuridad
verán los ojos de los ciegos;
que se nos abran para siempre, Señor,
los ojos de la fe,
que no vuelvan aparecer
esas tinieblas ni oscuridades en nuestra vida;
que iluminados por tu luz
lleguemos también a hacer desaparecer
las tinieblas de la increencia de nuestro mundo;
danos fuerza, Señor,
para esa misión que nos confías
de ser luz con tu luz
para nuestro mundo. 

No hay comentarios: