domingo, 7 de diciembre de 2014

Te damos gracias porque confías que emprendamos un camino nuevo

Te damos gracias porque confías que emprendamos un camino nuevo


¡Bendito seas por siempre, Señor!
quisiera entonar un cántico de alabanza a ti, Señor,
sin cansarme jamás,
porque mereces toda bendición y toda alabanza;
mi corazón se llena de alegría en tu presencia
porque siento que vienes a mí
con el poder de tu gracia y el regalo de tu amor
y me lleno de gozo y de esperanza
cuando contemplo la obra de tu amor en mi;
como sentían consuelo y alegría los desterrados
cuando se les anunciaba la liberación
y la vuelta a su patria
abriéndose caminos nuevos para sus pasos,
así mi alma se regocija en ti
 porque siempre me estás ofreciendo tu gracia,
tu misericordia, 
tu perdón,
tu amor y tu paz;
nos abruman nuestras infidelidades y pecados
pero siento el consuelo de tu amor
cuando sé que has dado tu vida por mí,
has derramado tu sangre
y con ella me has rescatado del poder del maligno,
¿cómo no voy a ser paz y gozo en mi corazón?

Con tu perdón estás abriendo
caminos nuevos delante de mi vida
porque tu misericordia es grande
y quieres seguir confiando en mí
para que inicie ese camino nuevo
de renovación y de gracia;
‘vete en paz y no peques más’,
les decías a los pecadores
a los que regalabas tu perdón,
a los enfermos
a los que les hacías recobrar su salud,
a todo el que se acercara a ti
con el corazón atormentado;
nos mostraste el rostro de la misericordia
como le ofreciste a Zaqueo el perdón
y el ir a hospedarte en su casa,
cuando defendías a los pecadores
que se postraban a tus pies llorando sus pecados
mostrando siempre la confianza
de que en verdad podían emprender
el camino de una vida nueva y renovada,
como levantabas al paralítico
de la postración de su camilla
para que emprendiera el camino nuevo
que le llevaba al encuentro con los demás,
como limpiabas a los leprosos
para que volvieran renovados en su vida
al seno de sus familias y de la comunidad;
siempre estabas mostrando
tu misericordia y tu bondad,
siempre seguías confiando
en que el hombre pecador podía cambiar su vida,
siempre seguías ofreciéndonos
la fuerza de tu gracia
para que realizáramos
la necesaria transformación del corazón.

¿No tiene que llenarse nuestro corazón de gozo,
sentir el consuelo de tu amor que nunca se acaba,
y con esa alegría,
ilusión y esperanza
emprender ese camino nuevo?

Confías en mí, aunque haya sido pecador;
que nosotros aprendamos también
a confiar en los demás
y sepamos ofrecer el consuelo
de una amistad renovada
a los hermanos que acaso un día
no fueron buenos con nosotros;
que tu Iglesia se muestre siempre
como madre de misericordia
para acoger al pecador y para acompañarlo,
como lo hacías tú con tu gracia,
en la renovación de una nueva vida;
que antes de hacernos justicieros con los demás
nos miremos a nosotros mismos
y veamos cuantas veces tropezamos en la misma piedra,
pero cuantas veces al mismo tiempo
el Señor nos está mostrando de nuevo
el rostro de su amor;
ayúdanos, Señor, a entenderlo
pero también a ponerlo por obra;
que resplandezca la compasión y la misericordia
en nuestros corazones
porque con humildad veamos
que nosotros somos pecadores,
pero que más grande es tu amor; 
que nos contagiemos de tu amor,
de tu misericordia, de tu compasión;
que nos revistamos de tus mismos sentimientos,
para pensar y hacer que todos
siempre pueden caber en nuestro corazón.

Hoy el Bautista una vez más nos ha invitado
a que preparemos los caminos del Señor,
y ya estamos viendo
cuales son los valles de nuestros orgullos
que tienen que abajarse,
los caminos torcidos
de nuestras desconfianzas y resentimientos
que tenemos que enderezar,
las colinas y montañas que tenemos que aplanar
poniendo verdadera humildad en nuestro corazón
para estar siempre a la misma altura del hermano;
si escuchamos la llamada del profeta y del bautista
y ponemos por obra sus palabras
seguro que encontramos
el camino que nos lleve hasta ti,
encontraremos ese camino verdadero
por el que tú vas a llegar a nosotros
para nacer en nuestro corazón.


sábado, 6 de diciembre de 2014

El mundo necesita testigos del evangelio para llegar a confesar la fe en Cristo como Señor y Salvador

El mundo necesita testigos del evangelio para llegar a confesar la fe en Cristo como Señor y Salvador


Creo, Señor,
creo que eres mi Dios y mi Salvador;
quiero llegar a tu presencia en esta tarde
haciendo esta confesión de fe,
reconociéndote como mi Señor, mi único Señor,
reconociendote como mi Salvador, mi único Salvador;
que nada empañe mi fe,
que no se debilite ni se apague,
que no me falte tu luz,
que la fuerza de tu gracia me anime
a confesar mi fe en ti siempre y en todo lugar,
para que por mi fe,
por las obras de mi amor nacidas de la fe que en ti he puesto
pueda ser signo ante el mundo de tu amor,
de presencia,
de tu gracia y vida nueva,
para que todos puedan ser iluminados por tu luz,
para que todos puedan llegar
a esa una misma confesión de fe en ti
como su Señor y como su Salvador.

Necesitamos de tu luz,
que nos ilumine hasta lo más hondo de nosotros mismos
para que no nos confundamos;
en estos días en que se acerca la celebracion de la navidad
son muchas las luces que se encienden por todas partes,
pero no son siempre reflejo de tu luz;
es triste, Señor,
pero ¿qué hemos hecho de nuestra fe
que el mundo ya no reconoce tu luz
y busca otras luces sustiturias para iluminarse?
Muchos son los que van a celebrar la Navidad
pero sin tenerte en cuenta a ti
ni hacerte presente en sus vidas;
puede ser también esa la tentación que nosotros tengamos;
son unas fiestas entrañables en muchos casos,
en ocasiones también con un buen sabor familiar
al menos por unos días,
pero tú no eres el invitado a sentarte a la mesa con nosotros;
muchos anuncian la navidad,
pero parece que tienen miedo de nombrarte a ti
y dan muchas vueltas por muchas cosas
que también pueden ser buenas,
pero no mencionan tu nacimiento,
no recuerdan la salvación que viniste a traernos,
quieren pasar por alto lo que sea la relación con el Dios
de quien nos viene la salvación;
¿será que nosotros los cristianos
que decimos que tenemos fe en ti
nos hemos acobardado
y tememos nombrarte
y nombrar tu evangelio de salvación
por si acaso no nos entiendan
o quizá incluso puedan hacer burla de nosotros?

Danos valentía para anunciar tu nombre;
danos la fortaleza de tu Espíritu
para llevar la luz de tu evangelio a los demás,
para ayudarles a descubrir
cómo tú sigues estando presente en el mundo con tu salvacion;
que seamos en verdad testigos
que con valentía anunciemos esa Buena Nueva de Salvación
que fue tu presencia en el mundo
y para el mundo.

Que escuchemos tu mandato de ir por el mundo
anunciando el Reino
y dando señales con lo que hacemos
y con lo que vivimos
que el Reino de Dios llega a nosotros
y llega para la salvación de todo el mundo;
nuestro mundo está herido por muchos males,
pero tu quieres venir para ser el médico que le sane,
para ser el Salvador que nos redima de ese mal;
pero nos has dejado a nosotros con esa misión;
nos enviarte a anunciar
la Buena Nueva de la Salvación, tu Evangelio,
pero también a curar en enfermos y a expulsar demonios;
cuantas son las cosas de las que tenemos que sanar a nuestro mundo
para que encuentre tu salvación;
son las señales que tenemos que dar
con nuestro compromiso,
con nuestras obras buenas,
con nuestra generosidad y desprendimiento,
pero también con nuestro acercamiento a los demás
para escucharles y para consolarles,
para poner ese gesto de delicadeza y esa palabra buena,
para convertirnos en instrumentos de tu paz y de tu amor,
para que con nuestra vida seamos lugar de encuentro y de amistad,
para hacer un mundo nuevo basado en la civilización del amor;
y todo eso lo hacemos desde ti,
desde la fe que tenemos en ti,
desde la Palabra de salvación y vida que nos dices
y que nosotros queremos escuchar.

Que con esas señales de nuestra vida
preparemos los corazones de los que estan a nuestro lado
para que se encuentren contigo
y sea verdadera navidad para ellos;
seguro que si me dejo inundar de ese amor
y tambien voy sembrando amor
haré la más hermosa navidad en mi vida,

porque tu habrás nacido de nuevo en mi corazón.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Ten compasión de nuestras cegueras y las de nuestro mundo

Ten compasión de nuestras cegueras y las de nuestro mundo


‘Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros’
queremos comenzar pidiéndote en esta tarde;
pero queremos decir más,
ya no te llamamos solamente el hijo de David,
sino que te reconocemos como el Hijo de Dios,
como nuestro Señor y Salvador;
pero sí, con humildad te pedimos
‘ten compasión de nosotros’.

Venimos a ti, Señor,
como aquellos ciegos de Cafarnaún
con nuestras cegueras y nuestras miserias,
con la pobreza de nuestra vida
y con los sufrimientos de nuestras limitaciones
y también te decimos
‘ten compasión de nosotros, Señor’;
cuando llegamos a tu presencia
casi de forma espontánea siempre pensamos
en esas necesidades que podamos tener;
carencias de nuestra vida,
limitaciones que crean discapacidades en nosotros,
dolores y enfermedades que nos hacen sufrir,
problemas que quizá sabemos que hay en nuestras familias,
y otros tantos problemas de todo tipo
que sabemos que hay en nuestro mundo
que quizá hagan sufrir a muchas personas
en sus necesidades y carencias básicas
o en lo que sufren a causa de la injusticia
con que vivimos tantas veces los humanos
con nuestra inhumanidad e insolidaridad.

Queremos poner ante ti, Señor,
también el sufrimiento de nuestros hermanos
que caminan a nuestro lado
en nuestro mundo muchas veces tan injusto e insolidario;
cuando venimos a ti en nuestra oración
no solo queremos pensar en nosotros
sino que extendemos nuestras mirada
a ese mundo que nos rodea
y en el que hay tantos sufrimientos; 
vuelve tu mirada sobre nosotros
y sobre nuestro mundo
para que nos llenes de tu luz y de tu vida;
nos preocupamos de tantas carencias materiales
que impiden una vida digna a tantos a nuestro lado
o de la falta de paz en medio de tantas violencias
que aparecen por doquier;
grande sería la lista de esas necesidades
que hacen sufrir a tantos hermanos nuestros;
a todos queremos poner en tu presencia
con nuestra oración.

Pero hay también otras cegueras
que necesitamos que nos cures;
a veces perdemos la ilusión y la esperanza,
nos llenamos de pesimismo
y todo nos parece negro;
tantas veces vivimos tan apegados
a lo material y a lo terreno
que parece que andamos siempre con luces cortas
para ver solo lo inmediato o lo mas cercano;
enséñanos, Señor,
a encender las luces largas en nuestra vida
que nos hagan mirar más allá,
que nos hagan darle un sentido más espiritual
y más trascendente a nuestra vida,
que se  nos despierte la fe y la esperanza,
que nos sintamos en verdad
iluminados por ti y por tu evangelio
para darle un sentido profundo a nuestra vida;
que no nos dejemos envolver
por la increencia y la indiferencia de tantos
que viven sin sentido de Dios
porque no te conocen
o quizá no quieren conocerte;
que no se nos enfrié la fe,
que no se nos apague la esperanza,
que se  nos encienda el fuego de tu amor
en nuestro corazón,
que nos dejemos iluminar por la fe
que tenemos en ti y en tu evangelio
y desde ahí nos sintamos comprometidos
para llevar esa luz del evangelio a los demás
y todos puedan encontrarse contigo y con tu luz.

El profeta había anunciado los tiempos nuevos
en que sin tinieblas ni oscuridad
verán los ojos de los ciegos;
que se nos abran para siempre, Señor,
los ojos de la fe,
que no vuelvan aparecer
esas tinieblas ni oscuridades en nuestra vida;
que iluminados por tu luz
lleguemos también a hacer desaparecer
las tinieblas de la increencia de nuestro mundo;
danos fuerza, Señor,
para esa misión que nos confías
de ser luz con tu luz
para nuestro mundo. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

Todo siempre para la gloria del Señor haciendo su voluntad

Todo siempre para la gloria del Señor haciendo su voluntad


Postrado en tu presencia
te reconozco como mi Señor
y te adoro como mi Dios;
quiero que estas palabras
salgan desde lo más hondo de mi alma
con toda sinceridad y con todo mi amor;
no quiero que sean palabras que repita porque sí,
sino quieren ser expresión de todo lo que es mi vida,
porque a pesar de mis debilidades y fracasos
quiero siempre tu gloria,
quiero hacer siempre tu voluntad;
nos cuesta, Señor,
porque somos débiles
y tropezamos una y otra vez,
pero tú nos conoces
hasta lo más hondo de nosotros mismos
y sabes que mi deseo es
que siempre todo mi amor sea para ti.

Te amo, Señor,
y lo que quiero
es sentirme inundado de tu amor;
te amo, Señor,
y quiero sentirte siempre junto a mí,
dentro de mi corazón,
siempre inundado por tu presencia;
te amo, Señor,
y te pido que sea tu Espíritu
el que me inspire en todo momento
cómo amarte mejor,
y me acompañe con la fuerza de tu gracia
para buscar en todo tu voluntad.

No quiero que sean solo palabras
sino mi vida toda sea siempre para ti,
para darte gloria,
para hacer tu voluntad;
por eso quiero conocerte cada vez más
para sentirme más fortalecido en tu amor;
quiero dejarme conducir por tu amor
para amarte más y mejor;
quiero sentirme iluminado
por la sabiduría de tu Espíritu Santo
para conocer en todo mejor
lo que es tu voluntad.

Muchas veces en la vida
nos vemos zarandeados
por tentaciones y problemas,
nos asaltan las dudas,
todo se nos vuelve confuso en nuestra mente,
son muchas las influencias
que recibimos del espíritu del mundo,
el maligno está buscando siempre
cómo hacernos caer en sus redes
llenándonos de confusión y de dudas;
son verdaderas tormentas
las que sufrimos en ocasiones
que nos hacen sentirnos débiles e inseguros,
pero quiero sentirme fuerte en ti,
porque quiero edificar mi vida,
no sobre la arena de mis superficialidades
o de las vanidades del mundo,
sino sobre la roca firme de la fe que pongo en ti;
tú eres mi roca y mi fortaleza,
tú eres el baluarte donde me apoyo y me refugio;
tu palabra siempre es la luz que guía mi vida
y me quiero dejar ayudar
por quienes has puesto a mi lado en tu Iglesia
para que me orienten,
para que me ayuden a encontrarme contigo,
para que me den la seguridad
de que es tu palabra la que me guía
y no son mis apreciaciones subjetivas
ni mis caprichos
los que conducen mi vida.

Gracias, Señor, por la Iglesia
que como madre me ayuda y me orienta,
me hace encontrarme contigo
y me acerca tu gracia
en la Palabra y los sacramentos
que en ella celebramos.

Gracias, Señor, por tanto amor
como me manifiestas y derrochas en mí.

Que todo sea siempre para la gloria de Dios
porque siempre en todo
quiero hacer tu voluntad.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Aquí está nuestro Dios, celebremos y gocemos con su salvación

Aquí está nuestro Dios, celebremos y gocemos con su salvación


Quiero que mis palabras sean en primer lugar
una confesión de fe tomándolas del profeta:
‘Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara;
celebremos
y gocemos con su salvación’.

Sí, creo, Señor,
que estás aquí presente,
real y verdaderamente presente;
eres mi Dios y mi Señor,
eres mi vida y mi salvación,
eres el amor de mi vida;
eres presencia,
eres luz,
eres vida,
eres gracia;
quiero gozarme en tu presencia, Señor,
disfrutar de tu presencia,
dejarme inundar por tu luz,
hacer que tu gracia me transforme,
me ilumine,
me haga vivir en ti;
ojalá pudiera decir
con la misma fe que san Pablo
que ya no es mi vida,
sino que eres tú
el que vives en mí para siempre. 

Anunciaban los profetas
que en los tiempos mesiánicos
íbamos a tener una comida nueva,
un nuevo alimento,
que para nosotros,
para todos los pueblos,
en el monte del Señor se iba a preparar
un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares enjundiosos, vinos generosos;
pero no éramos capaces de adivinar
cuales serían esos manjares,
pero viniste tú,
y nos hablaste de un pan del cielo,
pero nosotros seguíamos pensando en el maná
que comieron los israelitas en el desierto,
pero tú luego nos dijiste
que esa comida,
ese alimento eres tú,
que tú querías que te comiéramos,
porque comiendo tu cuerpo
y bebiendo tu sangre
íbamos a vivir para siempre en ti,
porque nos amas
y quieres habitar en nosotros,
y quieres que te amemos de tal manera
que lleguemos a habitar para siempre en ti;
es maravilloso lo que nos ofreces;
con razón el profeta nos decía
que teníamos que celebrar
y gozar con tu salvación,
porque tu salvación es llenarnos de tu vida,
es vivirte a ti.

Aquí estás, Señor,
aquí estás, eres nuestro Dios;
aquí estás, eres la vida y la salvación;
adoramos tu presencia inmensa
que todo lo llena con tu grandeza y tu poder;
pero te amamos, Señor,
porque no puede ser otra nuestra respuesta
cuando vemos el amor que nos tienes;
has dado tu vida
y nos das tu vida;
has muerto por nosotros en la cruz
para que nosotros tengamos vida,
y te haces alimento
para que comiéndote
vivamos para siempre.

Creo en ti, Señor,
te adoro y te amo,
en ti, Señor,
en tus manos amorosas de Padre,
pongo mi vida;
no me queda decirte que
aquí estoy, Señor,
para hacer siempre tu voluntad,
aquí estoy, Señor,
y quiero que tú seas siempre mi vida.