sábado, 15 de febrero de 2014

Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y apartado



‘Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y apartado’


‘Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y apartado’,
les dijiste un día los discípulos
y quisiste que fueran contigo
para disfrutar de tu presencia y de tu Palabra;
venid vosotros conmigo, nos dices en esta tarde
para nos vengamos contigo a este rato de oración;
queremos apartarnos ahora de otras preocupaciones
y dejar a un lado nuestras prisas,
queremos estar contigo;
nos gozamos, Señor, con tu presencia;
te damos gracias por tu amor
y por tu invitación a estar contigo;
queremos en verdad sentirnos a gusto contigo en esta tarde
para disfrutar de tu presencia y de tu amor;
creemos en tí,
estás aquí presente,
no solo porque en tu inmensidad
todo lo llenas y todo lo habitas
y nada existe ni tiene vida
sin tu presencia y tu amor,
sino que además estás aquí
real y verdaderamente presente
en el Sacramento de la Eucaristía;
así quisiste quedarte para nosotros
en la presencia del Sacramento,
milagro y locura de tu amor por nosotros;
eres Tú, Señor, el que estás aquí entre nosotros
y el que nos has convocado
para que estemos contigo;
eres Tú el que nos vas a regalar con tu palabra
que va a enardecer nuestro corazón
y va a ser luz para nuestra vida;
eres Tú el que nos llenas de tu Espíritu
para que podamos hacer la mejor oración;
eres tú el que nos vas a hacer gustar
de las mieles de tu amor;
gracias, Señor.

Humildemente venimos a tí con lo que somos
y con las miserias que llenan nuestra vida;
ponemos ante ti nuestro amor
y nuestros buenos deseos,
pero aquí venimos
con nuestros sufrimientos y nuestras desesperanzas,
con nuestros cansancios y con nuestras rutinas,
con las heridas de nuestro cuerpo
lleno de sufrimientos por las enfermedades
que nos van apareciendo con el paso de los años,
pero también con las heridas de nuestra alma
que muchas veces nos cuesta tanto reconocer.

Queremos amarte, Señor,
sí, queremos amarte pero sabiendo
que tenemos que amarte en nuestros hermanos,
esos que están ahí a nuestro lado
y con los que convivimos cada día,
sin embargo nos cuesta tanto,
no siempre nos aceptamos ni comprendemos, 
muchas veces nos aparecen espinas en el alma
porque dejamos meter en nosotros
recelos, envidias, desconfianzas
y hasta en ocasiones nos llenamos de violencias
que nos enfrentan y merman nuestro amor;
quiero amarte, Señor,
y quiero amarte en esos hermanos y hermanas
que están a mi lado;
dame tu fuerza y tu gracia,
mira mi buena voluntad
pero también tantas debilidades como hay en mi vida
y me impiden vivir un amor puro y entregado;
dame tu fuerza,
dame la fuerza de tu Espíritu,
e inundame de tu gracia.

Queremos encontrar tu luz
que nos haga mirar con mirada nueva
a nuestro alrededor,
con mirada luminosa
para que aprendamos así a amar de verdad
y seamos capaz de verte a ti en el hermano;
haz que encontremos la paz del corazón
que se traduzca en esa armonía
que viva siempre con los que están a mi lado;
dame, Señor,
dame la fuerza de tu amor.


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