sábado, 4 de enero de 2014

Gracias, Señor, por tanto amor en el año que termina

‘Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo Nombre.
Bendice, alma mía, al Señor
y no olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
El rescata tu vida de la fosa
y te corona de gracia y de ternura;
El sacia de bienes tus anhelos   
y como un águila
se renueva tu juventud’. (Salmo 102, 1-5)

Sí, Señor, queremos bendecirte en todo momento,
con nuestros labios,
con nuestro corazón,
con toda nuestra vida.
Bendito sea tu Nombre santo.

Bendito seas mi Señor y mi Dios;
bendito seas tú que eres mi salvador y mi vida toda;
bendito tu santo Nombre,
bendito sea por siempre el nombre de Jesús;
hoy venimos a tu presencia para alabarte,
para bendecirte,
para darte gracias por tantas bendiciones
que has derramado sobre nuestra vida;
el darnos a Jesús es la más grande de las bendiciones,
porque en El somos todos benditos,
somos todos bendecidos con su gracia,
con su amor, con su perdón, con su paz.

Queremos bendecirte
y no olvidar nunca tus beneficios;
cuántas cosas recibimos de ti,
cuántas obras de tu misericordia infinita
que nos llena de gracia y de perdón;
qué fáciles somos para olvidar;
nos creemos merecedores de todo
y no somos capaces de reconocer con humildad
tus dones y darte gracias;
nos acostumbramos tanto a que nos ayudes
que ya vamos viviendo casi sin notarlo ni sentirlo,
nos insensibilizamos;
que no me insensibilice, Señor,
que no olvide nunca
cuantos dones estás derramando cada día en mi vida;
cuando estamos finalizando este año
tendría que ser un momento oportuno para recordar,
para recordar tus beneficios y tu amor
y para darte gracias sin cansarnos;
cada uno tenemos nuestra historia,
las cosas que nos han sucedido,
todo lo que hemos vivido,
los dones que hemos recibido de ti de tantas maneras.

Tú has  estado, Señor, ahí en mi vida,
a mi lado cada día,
has caminado conmigo,
me has ayudado a caminar;
reconozco, Señor,
que cada instante de mi vida
ha sido una gracia
y un beneficio de tu amor;
cada palabra,
cada perdón,
cada luz,
una gracia tuya, Señor;
cada oración,
cada encuentro,
cada Eucaristía
ha sido un derramarse tu gracia
abundantemente sobre mí;
cada oportunidad,
cada trabajo y cada servicio
ha sido obra de tu gracia;
gracias, Señor, por tus beneficios,
gracias, Señor, por tu amor.

Sin embargo, Señor, no he vivido una vida santa
y tantas veces me he alejado de ti;
pero tú siempre nos buscas,
nos llamas,
nos perdonas,
nos ofreces el abrazo de padre
que nos inunda con tu amor;
siento, Señor, que tu amor y tu ternura son eternas,
amor y ternura que nos renueva,
nos recrea en hombres nuevos;
tu mano siempre está tendida hacia nosotros
para levantarnos;
en nuestros cansancios nos das alas como de águila
para hacernos superar los desánimos y las caídas;
en las desesperanzas y desilusiones
tú siempre estas a nuestro lado para animarnos;
en las tristezas despiertas en nosotros
la verdadera alegría con tu amor;
en nuestras soledades sabemos
que tú estás siempre a nuestro lado acompañándonos
y nos conduces a la fuente del Agua viva,
nos alimentas de tu Eucaristía
que es lo mismo que comerte a ti mismo, Señor.

Gracias, Señor, por tanto amor
que has derramado sobre nosotros

en el año que termina.

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