lunes, 23 de mayo de 2011

Dame la sensibilidad y la delicadeza de tu amor

Dame la sensibilidad y la delicadeza de tu amor

Quiero esta tarde pedirte, Señor,

que sepa verte en el hermano;

tú nos dijiste que todo lo que le hiciéramos al otro,

en especial al más pequeño y al más humilde,

a ti te lo estábamos haciendo, Señor.

Dame ojos para mirar con mirada nueva

al hombre que sufre a mi lado

que es mi hermano,

que eres tú, Señor.

Nos sales al encuentro

en el hambriento y en el sediento,

en el enfermo y en el que está sólo,

el que se siente discapacitado

y por sí mismo quizá no pueda venir hasta mí;

nos sales al encuentro

en el que se encuentra desamparado

y ha perdido la esperanza,

al que le falta cariño

y no ha sentido una mano amiga que le apriete la suya,

al que no ha recibido una mirada de amor y de comprensión

que anime su soledad y su falta de esperanza.

Son tantos, Señor,

los que sufren a nuestro alrededor

y has querido ponerlos cerca de mí

y no los puedo abandonar;

que nunca cierre mis ojos ni endurezca mi corazón;

dame sensibilidad y la delicadeza de tu amor;

tienden sus manos buscando un apoyo,

te miran con desconsuelo buscando una comprensión

que quizá no sienten en los suyos,

los que están mas cercanos;

no los puedo dejar solos,

ahí estás tú que me esperas.

Sé que amando mi amor no va a mermar

ni mi vida será menos,

sino que al hacer feliz a los otros

yo también voy a ser más feliz.

Dame tu fuerza, Señor,

para que no me falte tu gracia,

para que no me esconda ni me eche atrás,

para que mi corazón sea siempre comprensivo

y rebose amor con todos.

Tú estás en ellos, Señor,

pero también quieres valerte de mi para llegar hasta ellos,

porque me has hecho signo de tu amor.

Dame tu gracia, Señor,

y que crezca mi amor.

martes, 10 de mayo de 2011

san juan de avila

10 de mayo

San Juan de Avila
Misionero. Director de Almas

(1569)

Jesús en la CruzJuan significa: "Dios es misericordioso".
San Juan de Avila tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Dicen que él es la figura más importante del clero secular español del siglo 16.

Nació en el año 1500. De una familia muy rica, al morir sus padres repartió todos sus bienes entre los pobres y después de tres años de oración y meditación se decidió por el sacerdocio. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá y allá hizo amistad con el Padre Guerrero que fue después arzobispo de Granada y su amigo de toda la vida.

Desde el principio de su sacerdocio demostró una elocuencia extraodinaria. El pueblo acudía en gran número a escuchar sus sermones donde quiera que él iba a predicar. Cada predicación la preparaba con cuatro o más horas de oración de rodillas. A veces pasaba la noche entera ante un crucifijo o ante el Santísimo Sacramento encomendando la predicación que iba a hacer después a la gente. Y los resultados eran formidables. Los pecadores se convertían a montones. A sus discípulos les decía: "Las almas se ganan con las rodillas". A uno que le preguntaba como hacer para lograr convertir a alguna persona en cada sermón, le dijo: "¿Y es que Ud. espera convertir en cada sermón a alguna persona?". "No, ¡eso no!", respondió el otro. "Pues por eso es que no los convierte", le dijo el santo, "porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!."

A otro que le preguntaba cuál era la principal cualidad para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: "La principal cualidad es: ¡amar mucho a Dios!".
Pidió viajar de misionero a América del sur, pero su amigo el Arzobispo de Granada le dijo: "Aquí en España también hay muchos a quienes misionar y evangelizar. ¡Quédese predicando entre nosotros!". Le obedeció y se dedicó a predicar por Andalucía, por todo el sur de España. Y las conversiones que conseguía eran asombrosas. Su predicación era fuerte. No prometía vida en paz a quienes querían vivir en paz con sus pecados, pero animaba enormemente a todos los que deseaban salir de su anterior vida de pecado. Un gran número de sacerdotes le seguía para ayudarle a confesar y colaborarle en la catequesis de los niños y en la administración de los sacramentos. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos acudían con gusto a escucharle.

Dios le concedió a San Juan de Avila la cualidad especialísima de ejercer un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Por eso el Sumo Pontífice lo ha nombrado "Patrono de los sacerdotes españoles". Bastaba con que lo vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que los sacerdotes quedaran muy agradablemente impresionados de su modo de obrar y predicar. Y después en sus sermones, ellos estaban allá entre el público oyéndole con gran atención. El sabio escritor Fray Luis de Granada se colocaba cerca de él, lápiz en mano, e iba escribiendo sus sermones. De cada sermón del santo, sacaba el material para predicar luego diez sermones. Los sacerdotes decían que el Padre Juan de Avila predicaba como si estuviera oyendo al mismo Dios.

Fue reuniendo grupos de sacerdotes y por medio de hacerles meditar en la Pasión de Jesucristo y en la Eucaristía y de rezar y recibir los sacramentos, los iba enfervorizando y después los enviaba a predicar. Y los frutos que conseguía eran inmenoss. Unos 30 de esos sacerdotes se hicieron después Jesuitas. Otros colaboraron con la redforma que San Juan de la Cruz y Santa Teresa hicieron de los padres Carmelitas y muchos más llenaron de buenas obras las parroquias con su gran fervor.

Un día en Granada, mientras San Juan de Avila pronunciaba un gran sermón, de pronto se oyó en el templo un grito fortísimo. Era San Juan de Dios que había sido antes militar y comerciante y que ahora se convertía y empezaba una vida de santidad admirable. En adelante San Juan de Dios tendrá siempre como consejero al Padre Juan de Avila, a quien atribuirá su conversión.

Los enemigos y envidiosos lo acusaron de que su predicación era demasiado miedosa y de que se proponía hacer que las gentes fueran demasiado espirituales. Y el santo fue llevado a la cárcel y allí estuvo de 1532 a 1533. Aprovechó su prisión para meditar más y crecer en santidad. Cuando se le reconoció su inocencia y fue sacado de la prisión el pueblo lo ovacionó como a un héroe.

A muchas personas les dio dirección espiritual por medio de cartas. Después reunió una colección de esas cartas y las publicó con el título de "Oye hija" y fue un libro muy afamado y que hizo gran bien a los lectores.

Su devoción a la Virgen era tan grande que lo hacía exclamar: "Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María".

Fundó más de diez colegios y ayudaba mucho a las universidades católicas. Su autoridad y su ascendiente eran muy grandes en todas partes.

Sus últimos 17 años fueron de enormes sufrimientos por su salud que era muy deficiente. En él se cumplía aquello que dijo Jesús: "Mi Padre, al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca mayor fruto". Pero aunque sus padecimientos eran muy intensos, no por eso dejaba de recorrer ciudades y pueblos predicando, confesando, dando dirección espiritual y edificando a todos con su vida de gran santidad. Tres temas le llamaban mucho la atención para predicar: la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen María.

Una de sus cualidades más admirables era su gran humildad. A pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando estaba agonizante vio que un sacerdote lo trataba con muy grande veneración y le dijo: "Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido y nada más".

Cuando en su última enfermedad los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: "Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!".

El 10 de mayo del año 1569, diciendo "Jesús y María" murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo declaró santo en 1970.

San Juan de Avila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones de pecadores, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos.

lunes, 9 de mayo de 2011

Santo Domingo Savio Estudiante (1857)

Santo Domingo Savio
Estudiante
(1857)

Historia:
Domingo significa: El que está consagrado al Señor.

Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.

Santo Domingo SavioNació Domingo Savio en Riva de Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842.
Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.
Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar a la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.
El día anterior a su primera confesión fue donde la mamá y le pidió perdón por todos los disgustos que le había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso propósito que dice: "Prefiero morir antes que pecar".
A los 12 años se encontró por primera vez con San Juan Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el santo tenía para niños pobres. Don Bosco para probar que tan buena memoria tenía le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: "Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor". Esto se cumplió admirablemente.
Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no había baño de ducha. Y San Juan Bosco añade al narrar este hecho: "Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser santo". Pero la obediencia lo salvó.
Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a pedradas. Domingo Savio trató de apaciguarlos pero no le fue posible. Entonces cuando los dos peleadores estaban listos para lanzarse las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo: "Antes de lanzarse las pedradas digan: <>". Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea. Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito santo.
EucaristíaCada día Domingo iba a visitar al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia.
Por tres años se ganó el Premio de Compañerismo, por votación popular entre todos los 800 alumnos. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: "Nosotros demostramos la santidad, estando siempre alegres".
Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada "Compañía de la Inmaculada" para animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.
En un sueño - visión, supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir.
Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció y le dijo: "Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir". El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.
Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió: "Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya han cometido faltas. En cambio a mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me expulsarían". Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.
La madre de San Juan Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: "Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en todo".
San Juan Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los compañeros: "el Padrenuestro de este mes será por mí". Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: "Miren, parece que Don Bosco va a llorar". - Casi que se podía repetir aquel día lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: "¡Mirad, cómo lo amaba!".
Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban: "El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito muere de amor, de amor a Dios". Y así fue.
El 9 de marzo de 1857, cuando estaba para cumplir los 15 años, y cursaba el grado 8º. De bachillerato, Domingo, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su papacito a que le rezara oraciones del devocionario junto a su cama (la mamacita no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y su fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó: "Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo" y con una sonrisa angelical expiró dulcemente.
A los ocho días su papacito sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció a San Juan Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: "Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso".
Hagamos el propósito de conseguir la hermosa Biografía de Santo Domingo, escrita por San Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.

Domingo: ¡Quiero ser como tú!.

jueves, 5 de mayo de 2011

Dame un corazón generoso para compartir mis cinco panes

Dame un corazón generoso para compartir mis cinco panes

No terminamos, Señor, de darte gracias

por tantas señales de amor

que continuamente nos estás dando;

escuchamos tu Palabra

que es palabra de vida y de vida eterna,

palabra de salvación,

de gracia y de perdón;

de tantas maneras quieres hablarnos cada día,

en la Escritura santa,

en la voz de tu iglesia y sus pastores,

también en la palabra buena

que dice alguien a nuestro lado,

o en el ejemplo de los buenos,

pero también quieres hablarnos

en los acontecimientos,

en todo lo que sucede

que si abrimos bien los ojos nos daremos cuenta

que son siempre signos de amor,

señales que nos pones para que vayamos a ti

y reconozcamos tu amor,

y convirtamos nuestro corazón,

y descubramos los verdaderos caminos

que nos llevan a la vida y a tu salvación;

que sea yo capaz de abrir así generosamente

mi corazón a tu Palabra,

la escuche y la plante en el corazón

para que se transforme en vida.

Todos esos signos y señales

nos están pidiendo una respuesta,

que seamos capaces de colaborar con tu gracia,

que pongamos nuestro granito de arena,

que hagamos fecundos esos valores

y esos dones que nos has dado.

Como aquel muchacho del evangelio

hemos de saber poner a disposición

los cinco panes y dos peces

que llevemos en nuestra vida;

tendremos más o menos valores,

pero eso que somos no es solo para nosotros,

hemos de aprender a compartirlo con los demás,

a ser capaces de desprendernos

y vaciarnos de nosotros mismos

para colaborar con los otros,

para ayudar a los demás,

para ponernos en actitud generosa de servicio;

si aquel muchacho del evangelio

se hubiera guardado sus panes para si

pensando que luego los podría necesitar,

no se hubiera realizado el milagro

con el que comieron tantos y hasta sobró;

tenemos que aprender a desprendernos,

a ser generosos,

a pensar menos en nosotros mismos,

a amar sin regateos,

a ser capaces de darlo todo por los demás.

Nos acechan nuestros egoísmos y avaricias

que nos hacen encerrarnos en nosotros

para no abrir los ojos por los demás;

que seamos capaces, Señor,

de sentir inquietud en el corazón

para buscar cómo mejor ayudar a los demás;

que nunca se queda nadie sin su pan

porque yo no haya sido lo suficientemente generoso;

dame, Señor, un corazón generoso,

que sepa olvidarme de mi mismo;

dame, Señor, la fuerza de tu Espíritu

porque sólo así podré amar sin medida como es tu amor.

Gracias, Señor, por esa Palabra que nos has dicho

y ha calado en nuestro corazón.

martes, 3 de mayo de 2011

Que no me canse, Señor, de darte gracias por tanto amor

Que no me canse, Señor, de darte gracias por tanto amor

Te adoramos, Señor, eres mi Dios;

te amamos, Señor, eres mi salvación;

ante ti nos ponemos, Señor,

porque en ti nos confiamos totalmente;

sólo quieres mi vida y mi salvación;

no quieres la muerte del pecador

sino que se convierta y viva,

no te hiciste hombre para traernos condenación

sino salvación;

no quieres que andemos en tinieblas

sino siempre en la luz,

en tu luz;

las tinieblas muchas veces parecen vencer a la luz

y quieren llenarnos de oscuridad,

rechazan la luz;

cuántas veces rechazamos la luz

porque hacemos las obras de las tinieblas;

pero estando contigo

sabemos donde estará la verdadera victoria;

tú nos buscas,

nos llamas,

nos ofreces continuamente tu amor;

un amor eterno,

un amor que desde toda la eternidad derramaste en mi.

¿Cómo no he de corresponder a tu amor

poniendo en ti todo el amor de mi vida?

¿Cómo no tener un corazón agradecido

que corresponda a tanto amor?

¿Cómo no ser capaz de ofrecerte toda mi vida

cuando tú te entregaste por mi?

Estar en tu presencia

nos llena de paz y de alegría;

sentirte presente en el sacramento del Altar

nos recuerda hasta donde llegó tu amor,

hasta el extremo,

hasta el final,

hasta dar tu vida por mí;

pero aún más quisiste quedarte

en el signo sacramental de la Eucaristía

porque nos querías decir

que no sólo eres nuestra salvación,

sino que además quieres hacerte

alimento de nuestra vida

para que podamos tener vida,

para que podamos tener tu vida,

una vida que dura para siempre,

porque comiéndote a ti

tú nos resucitarás en el último día,

para que no nos falte tu gracia,

para que tengamos la seguridad de tu amor.

Queremos caminar en tu luz,

aunque muchas veces nos confundimos

porque el enemigo tentador

nos confunde y nos engaña

y nosotros nos dejamos confundir y engañar;

que no me falte tu luz,

para que mis ojos no se enfermen ni se nublen,

para que sepa siempre descubrir los buenos caminos;

tú eres mi luz y mi salvación,

tú eres el defensor de mi vida,

tu defensa ha llegado tan lejos

que has puesto en la balanza

el peso y el valor de tu sangre redentora

para arrancarnos de las garras del maligno,

para rescatarnos de nuestro pecado,

para llevarnos a la salvación.

Gracias, Señor, por tanto amor,

que no me canse de darte gracias siempre,

que no me canse de amar con tu amor,

que no se me enfríe la fe,

que sepa poner en ti

toda mi esperanza de salvación y de vida.

lunes, 2 de mayo de 2011

Danos, Señor, el don de tu Espíritu que nos haga nacer de nuevo

Danos, Señor, el don de tu Espíritu que nos haga nacer de nuevo

Postrados ante tí en adoración,

en alabanza y acción de gracias

queremos pedirte, Señor,

que nos concedas el don de tu Espíritu:

el Espíritu que inspire nuestra oración

para la mejor alabanza,

para saber mejor lo que hemos de pedirte;

el Espíritu que reanime nuestra vida

y nos haga hombres nuevos;

el Espíritu que nos inunde de tu amor

para que amemos siempre con tu mismo amor;

el Espíritu que guíe nuestro corazón

y abra nuestra inteligencia para conocerte más,

para tener la fuerza para seguirte,

y para que sintamos

esa comunión de amor entre los hermanos

que nos haga ser en verdad

signos creíbles de tu presencia

en medio de nuestro mundo.

Le hablaste, Señor, a Nicodemo

que había que nacer de nuevo

y él no entendía lo que tú querías decirle;

nos pasa tantas veces

cuando queremos entender las cosas por nuestra cuenta

y nos olvidamos de pedir la luz de tu Espíritu;

creer en ti y seguirte nos exige

renovar totalmente nuestro corazón y nuestra vida;

cuando anunciabas el Reino de Dios

nos invitabas a creer

en la Buena Noticia que nos anunciabas

y a convertir nuestro corazón;

pero a veces somos mezquinos en lo que queremos darte

y sólo damos migajas;

pero tú quieres nuestra vida,

nuestro corazón,

la totalidad de nuestro amor;

por eso nos hablas de nacer de nuevo

para ver el Reino de Dios;

pero ese nacer de nuevo

no puede ser sólo una cosa de nuestro voluntarismo,

lo que hagamos por nosotros mismos,

sino por la gracia de tu Espíritu

del que quieres llenar nuestro corazón.

Que seamos capaces de abrir nuestro corazón,

ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu,

para que haya generosidad en nuestra entrega,

para que seamos radicales en tu seguimiento

aunque nos cueste

porque sabemos que seguirte

nos exige ser un hombre nuevo.

Por eso, Señor, pedimos

que nos des la gracia y el don de tu Espíritu.

Gracias, Señor, por tu amor,

por el regalo del Bautismo,

por el don de tu Espíritu.

domingo, 1 de mayo de 2011

Bendito seas, Señor, por tu gran misericordia

Bendito seas, Señor, por tu gran misericordia

‘Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que en su gran misericordia,

por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

nos ha hecho nacer de nuevo

para una esperanza viva,

para una herencia incorruptible,

pura, imperecedera,

que nos está reservada en el cielo…’

te bendecimos, Señor, y te damos gracias;

cuánta es la gracia que por tu misericordia alcanzamos;

nos haces nacer de nuevo,

nos llenas de nueva vida,

por el Bautismo nos has hecho hijos.

Hoy queremos sentir cómo tú llegas a nosotros,

te haces presente entre nosotros

como cuando llegaste al Cenáculo

para llenar de paz,

de gracia,

de perdón a los discípulos allí renuidos,

alli encerrados.

Los saludaste con la paz,

paz que los llenó de alegrías,

que disipó sus dudas,

que hizo desaparecer sus miedos,

que les dio fortaleza y valor;

esa paz que sentimos dentro de nosotros

cuando tú estás con nosotros,

porque nos sentimos amados,

porque nos sentimos perdonados,

porque nos sentimos llenos de tu gracia.

Haz, Señor,

que sintamos esa paz en nuestro corazón,

ese regalo tan hermoso que nos haces

y que tenemos que saber acoger.

Contigo llega la gracia y el perdón,

llega la salvación;

una gracia, un perdón, una salvación

que hemos de saber llevar a los demás,

porque quienes creemos en ti

tenemos que ser siempre ministros de reconciliación,

de perdón y de paz.

Es el regalo que todo enamorado de ti,

ha de saber llevar siempre a los demás,

poniendo paz y reconciliación entre todos,

reavivando el amor entre los hermanos,

haciendo que sientan la verdadera alegría en sus corazones.

Tu presencia, Señor,

reaviva nuestra fe,

para saber confiar en ti,

abriendo nuestro corazón al misterio y al amor,

abriendo los ojos del alma

para dejarnos conducir por ti,

para fiarnos de tu amor

del que tantas pruebas nos das,

para aceptar con humildad y amor

ese regalo grande de la fe que nos haces.

Gracias, Señor,

porque sentimos que en tu resurrección

se renueva nuestra vida,

gracias por el don del Bautismo que nos hizo hijos,

gracias por el regalo de pascua

de tu paz y de tu perdón,

por darnos tu Espíritu

para que encontremos siempre el perdón.